Formar conexiones: El preescolar en línea no existe
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En el mejor de los casos, la tecnología puede ensanchar y transformar nuestro mundo. Aunque debatamos el valor de realizar en línea una proporción tan grande de las actividades de nuestras vidas, mucha gente navega exitosamente un mundo en que tienen acceso, por ejemplo, a las compras en tiendas y en línea; la televisión en canales y en internet; los libros impresos y los e-books. Los educadores infantiles y otros adultos que estudian para obtener credenciales y títulos universitarios tienen, como deberían tener, un acceso creciente a clases asistidas tanto en persona como en línea. Así que no debe de sorprendernos que algunas personas se pregunten cómo la época digital podría y debería impactar la educación infantil. El preescolar se trata de las relaciones personales y el aprendizaje que ocurre entre niños y maestros, y entre los niños mismos. Aunque hay herramientas disponibles en internet que pueden apoyar el aprendizaje de niños, la realidad es que no existe ningún programa en línea que sea equivalente al preescolar.
Planteo este tema porque me hallo cada vez más alarmada por el número de titulares en los medios informativos que debaten el valor del “preescolar en línea”. Al mismo tiempo, cada vez más estados invierten los dólares de contribuyentes que se han designado para la educación infantil en programas tecnológicos comerciales como si las dos cosas fueran iguales. Pero no lo son—ni lo serán jamás.
Las tecnologías digitales pueden enriquecer el aprendizaje, al igual que los bloques y las acuarelas. Hay muchas aplicaciones comerciales de aprendizaje en línea para niños pequeños. Algunos fomentan el desarrollo de las habilidades iniciales de lectura y otros presentan conceptos de matemáticas y ciencias. Los educadores de niños pequeños podrían hallar útiles muchas de dichas tecnologías en su andamiaje de experiencias en el aula, así como lo podrían hacer los padres y madres al esforzarse intensamente por aumentar el aprendizaje y la participación de sus hijos. En realidad, NAEYC y el Centro Fred Rogers para el Aprendizaje Infantil y los Medios de Comunicación para Niños editaron en 2012 una declaración de posición en conjunto, Technology and Interactive Media as Tools in Early Childhood Programs Serving Children from Birth through Age 8 (La tecnología y los medios interactivos como herramientas en programas infantiles para niños entre el nacimiento y los 8 años), que está concebida específicamente para guiar a los educadores en el uso de varios medios de comunicación y tecnologías digitales de maneras apropiadas para el desarrollo de los niños pequeños.
La realidad es que no existe un equivalente en línea para preescolar.
Sin embargo, mientras el campo abraza todas las contribuciones posibles de la tecnología digital a la educación infantil, hay que prestar atención a la investigación que esclarece sus limitaciones. Por ejemplo, se encuentra una investigación admonitoria en el informe de 2015 del Instituto de Medicina y el Consejo Nacional de Investigación, Transforming the Workforce for Children Birth Through Age 8: A Unifying Framework (Transformar la fuerza laboral para los niños entre el nacimiento y los 8 años de edad. Un marco unificador). Este documento de más de 700 páginas señala rotundamente los primeros 8 años de vida como un periodo de desarrollo profundo que impacta toda la vida posterior. Áreas esenciales y complejas del desarrollo incluyen la relación entre el lenguaje y las matemáticas, la autorregulación, el desarrollo social y emocional, la toma de decisiones responsables, el desarrollo físico, el automanejo y las habilidades de relaciones interpersonales. Los conceptos científicos y la evidencia aclaran que si nuestra sociedad focaliza en estas áreas del desarrollo en los primeros años de vida, el rendimiento de la inversión compensará con creces los dólares invertidos.
Como sabemos los padres, líderes de negocios y encargados de formar de políticas, el cuidado y la educación infantil de alta calidad rinden otras ventajas esenciales también: a saber, ayudan a las familias a mantener empleos. Un estudio que se llevó a cabo recientemente en el Distrito de Columbia presenta evidencia que indica que los programas preescolares de oferta universal aumentaron en un 10 porciento la participación femenina en la fuerza laboral (para los detalles, ver https://ampr.gs/38Jj9i6). Puesto que no hay ninguna compañía tecnológica que ofrece “preescolar en línea” podría afirmar realísticamente que su programa aportara tales ventajas, han focalizado sus esfuerzos de mercadeo en los resultados máximamente estrechos de “preparación escolar”, y al hacerlo han timado a niños, familias, negocios y nuestra sociedad todos los frutos que deben de cosecharse por medio de la inversión en la primera infancia.
Si nos centramos en el desarrollo crucial en los primeros años, el retorno de la inversión valdrá la pena.
No se expande el acceso a programas preescolares utilizando los fondos públicos destinados a la educación infantil para darles a los niños acceso a un programa en línea de 15 minutos diarios. No se aborda así la crisis en la oferta de cuidado infantil de buena calidad y a precios asequibles. No les ayuda a los padres y madres a participar en la fuerza laboral. Ni tampoco ayuda a las familias a escoger una opción “alternativa” ni una versión diferente de las clases de pre-kindergarten porque es algo totalmente distinto. El grado en que queremos alentar a los padres a utilizar currículos en línea de lectoescritura y matemáticas para ayudar a sus niños de 3 y 4 años a prepararse para la escuela es un tema para otra columna. En la presente, la única pregunta es si dichos programas basados en la tecnología pueden ser “el preescolar”—y la respuesta es no.
No obstante, el Instituto Waterford, creador de la app comercial UPSTART, se ha ido expandiendo agresivamente en todas partes del país a causa de la teoría de que la respuesta debe ser que sí. Su extensión ha implicado la inversión de decenas de millones de dólares federales, estatales y filantrópicos basada en su promoción del programa como una alternativa más barata que el preescolar y que alcance el nivel más elevado de normas nacionales preescolares. Con ese fin, en varios momentos el Instituto Waterford ha colocado en su sitio web el logotipo de NAEYC y lo ha utilizado en sus materiales de publicidad. Fomenta activamente la idea que UPSTART está alineado a las Normas de Programas para la Primera Infancia de NAEYC.
Dejémoslo bien claro: NAEYC tiene reglas estrictas en contra de promover. Las políticas y los procedimientos del Comité Gobernante de NAEYC prohíben explícitamente que NAEYC promueva o respalde los productos comerciales.
Podemos adoptar la tecnología digital en la educación temprana, pero también necesitamos conocer sus límites.
Pero más al grano, es imposible que un programa en línea satisfaga las normas de acreditación de programas de NAEYC, ya que dichas normas se realizan en ambientes de programas donde educadores infantiles bien capacitados entablan una relación personal con cada niño; ayudan a familias a satisfacer sus necesidades singulares; y fomentan una amplia variedad de oportunidades enriquecidas de aprendizaje en todas las áreas del desarrollo, inclusive facilitando actividades de grupos pequeños y grandes en que los niños aprenden unos de otros. Las normas de NAEYC evalúan las relaciones; los currículos; la enseñanza; la evaluación del progreso de los niños; la salud; la preparación profesional, las competencias y el apoyo del personal; las familias; las relaciones comunitarias; el ambiente físico; y el liderazgo y la administración. Cada norma consta de una categoría con docenas de secciones específicas de evaluación, con más de 350 criterios en total según los que se evalúa los programas. Un programa para niños pequeños, tanto si se ubica en un centro como en una escuela, dedica meses a la preparación para el proceso de la acreditación. Se realiza un proceso extenso de preparación de un portafolio y documentación de políticas, y todo el personal profesional participa en preparar sus aulas para una visita al sitio. Es engañoso, como mucho, insinuar que una experiencia en línea de 15 a 20 minutos al día sea comparable de alguna manera a un programa de educación infantil de alta calidad, de día completo y de todo el año.
A los muchos de ustedes que nos han contactado, han expresado sus preocupaciones y han preguntado por la perspectiva de NAEYC, es esto: los programas basados en tecnología son precisamente eso y nada más, y recomendamos que ustedes evalúen la eficacia de los mismos para analizar su función de dar apoyo al aprendizaje de un niño. Nuestros socios en la entidad Defending the Early Years (Abogacía por los primeros años de vida) expresaron lo siguiente en una carta firmada por más de 100 expertos y organizaciones de la educación infantil: “El aprendizaje infantil no es ningún producto, sino que se trata de un proceso de interacciones relacionales y sociales que son fundamentales para el desarrollo posterior de los niños”. Como expresaron ellos, y estamos totalmente de acuerdo, “Al disminuir el papel de los educadores infantiles, se priva a los niños de relaciones cruciales y además se pone en peligro la inversión muy necesaria en verdaderos programas preescolares de alta calidad”. Que estemos todos de acuerdo: “preescolar en línea” es un oxímoron.
Las aplicaciones basadas en tecnología no son el preescolar, ni son el cuidado infantil de alta calidad. Es imposible que satisfagan ni se alineen a las normas de programas de NAEYC, y no deben patrocinarse con dólares públicas de los contribuyentes que se hayan designado para la educación infantil de alta calidad. Los dólares de contribuyentes deben patrocinar, y debemos seguir luchando a favor de, los tipos de educación infantil que se ha demostrado con evidencia que apoyan a las familias y realmente preparan a los niños para la escuela y para la vida.
Rhian Evans Allvin is the chief executive officer of NAEYC. She is responsible for guiding the strategic direction of the organization as well as overseeing daily operations. Before joining NAEYC, Evans Allvin was a guiding force in Arizona’s early childhood movement for more than 15 years, including serving as CEO of Arizona's First Things First.