Formar conexiones. Construyámoslo mejor: El cuidado infantil después de la pandemia de COVID-19
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El mundo está experimentando y respondiendo ante una crisis económica y de salud pública nunca antes vista por mi generación. Algunos días, las dificultades son tantas que casi no puedo más al sencillamente poner un pie delante del otro. Otros días puedo levantar la vista desde las tinieblas e imaginarme cómo se podría grabar este capítulo de nuestra historia en las décadas venideras. Mientras escribo esto en abril de 2020, todavía es mucho lo que desconocemos. Pero es inconfundiblemente devastadora la profundidad del impacto que la presente pandemia está teniendo en el cuidado infantil—al revelar décadas de fallas estructurales y vulnerabilidad económica. Es crítico un apoyo de emergencia para fortalecer nuestra industria.
No obstante, aun mientras nos hallamos en medio de la desolación, debemos de levantar colectivamente la vista desde la neblina. Al salir de esta crisis, no podemos volver a la que ya definía nuestros sistemas de cuidado infantil y aprendizaje inicial. Tenemos que resolver las dificultades fundamentales que nos hacen frente desde el último siglo. Si se resuelven apropiadamente, impulsarán a muchísimos más niños al cuidado infantil de alta calidad y elevará el valor y la compensación de los educadores de niños pequeños.
He aquí seis claves que podemos utilizar para abrir el camino a un futuro mejor:
1. Contar los contratos, no a los niños
Durante esta crisis de la salud pública, vemos que los estados se aprovechan de flexibilidades nuevas y ya existentes en los fondos de concesiones para el cuidado infantil a fin de suministrar pagos constantes tanto a los programas que han quedado abiertos, aunque con una matriculación reducida, como a los que están cerrados. Estas decisiones marcan una diferencia positiva de los planteamientos típicos del financiamiento de CCDBG (siglas en inglés de Subvención en Bloque del Cuidado y Desarrollo Infantil), que se basan en la provisión de fondos según el número de niños individuales. En un sistema insuficientemente financiado en que solamente uno de cada seis niños elegibles recibe la subvención, este método de financiación (que se hace según la asistencia en el peor caso, y según la matrícula en el mejor caso) por poco imposibilita que los proveedores hagan presupuestos planificados. No volvamos a esta estrategia. En el futuro, los estados deberán hacer contratos con proveedores elegibles, con licencia y reglados, ubicados en centros y hogares para un número concreto y consistente de plazos. Con el fin de mantener la responsabilidad ante el público, hay que auditar periódicamente a los proveedores y requerir que demuestren que están sirviendo en dichos plazos a niños elegibles para CCDBG.
2. Sufragar los gastos de la calidad
Ayudar a los programas a presupuestar para la consistencia es un paso importante. El siguiente es ayudarlos a presupuestar para la calidad. Gracias a los aumentos significativos en los fondos para el cuidado infantil que se han realizado durante los últimos dos ciclos de asignaciones y el presupuesto federal, hemos visto que los gobernadores subsiguientemente han progresado en hacer aumentos necesarios en las tasas de pagos destinados a los proveedores que sirven a familias que reciben concesiones por medio de CCDBG. Este avance representa un paso crucial para arreglar las desigualdades estructurales de la financiación del cuidado infantil. No debemos de esperar que el mercado les proporcione el cuidado de alta calidad a niños cuyas familias tienen bajos ingresos si no se les paga a los programas tanto como les cuesta hacerlo. Los estados que se comprometen con utilizar fondos federales y estatales para pagar según la tasa actual del mercado, o más, y que mantienen cada año dichos aumentos, atraerán e incentivarán a una amplia gama de proveedores de alta calidad, reclutarán y retendrán a educadores talentosos de niños pequeños, aportarán opciones verdaderas a las familias y ayudarán a los niños pequeños a tener el mejor comienzo en la vida; todo lo cual producirá ventajas económicas para el estado y sus trabajadores.
3. Pagar a los educadores infantiles un salario digno
Desde el principio de la crisis de COVID-19, con razón se ha elogiado a los trabajadores de la salud por sus esfuerzos heroicos, pero los cuidadores infantiles han sido pasados por alto con regularidad. Tanto los trabajadores de la atención médica como los cuidadores de niños desempeñan papeles esenciales, ya que datos científicos concretos respaldan el valor de sus profesiones. Sin embargo, imagínese cómo se intensificarían las dificultades de esta crisis si los enfermeros y doctores ganaban $10.70 dólares por hora—el sueldo horario promedio de los educadores infantiles. Si de verdad valoramos la educación infantil como la columna vertebral de todas las demás industrias, los que aportan dicho servicio cada día deben de recibir una compensación que corresponda a su valor y sus extensas habilidades y competencias.
4. Reconsiderar el QRIS
Durante las últimas dos décadas, con la atención que se ha prestado al desarrollo e implementación de los sistemas QRIS (siglas en inglés de Sistemas de Tasación y Mejoramiento de la Calidad), se ha logrado mucho por llamar la atención del público al cuidado infantil de alta calidad. No obstante, en este momento debemos de reflexionar sobre si hemos logrado un progreso equivalente a los costos de los sistemas individuales de los estados. Aunque se ha gastado decenas de millones de dólares en los sistemas QRIS—lo que incluye los instructores profesionales, evaluadores, sistemas de datos, de validación y evaluación y los estudios del costo de la calidad—los educadores infantiles por lo general no ganan más dinero y los programas de cuidado infantil mantienen sus puertas abiertas pese a tener márgenes muy escasos. Si hubiéramos invertido cantidades iguales en los factores impulsores de la calidad que están relacionados con la fuerza laboral y el ambiente del programa, inclusive la compensación, los pagos según la tasa de mercado, las becas para respaldar el logro de títulos postsecundarios y la acreditación de programas de aprendizaje infantil y universitarios, yo sostengo que nuestros resultados serían asombrosamente diferentes ahora.
5. Utilizar el marco conceptual unificador para la profesión de la educación infantil
Antes de la pandemia, sabíamos que necesitábamos construir una profesión unificada. Después de este periodo, tendremos que construir hacia el futuro a la vez que reconstruyamos el cimiento. Nuestro planteamiento debe de ser claro y consistente, de acuerdo con el plan desarrollado por medio del Marco unificador para la profesión de la educación en la niñez temprana (http://powertotheprofession.org/). El Marco trata cómo y en dónde hay que gastar los fondos, cuáles elementos del sistema son más esenciales y cómo evitar que existan más de 50 planteamientos separados para las credenciales y la certificación, lo que inevitablemente daría por resultado un sistema ineficiente, poco equitativo y casi imposible de navegar para los educadores infantiles, familias y legisladores. Más bien, yo concibo un mundo en que todos los educadores de niños pequeños, en todo estado y en todo programa, tienen el título Educador de la Primera Infancia I, II o III, conectados por descripciones de puestos, compensación, licencias estatales y programas de títulos universitarios que son alineados y sin ambigüedad.
6. Incentivar a los empleadores para que inviertan más
Cuando COVID-19 se volvió una pandemia global, muchas industrias quedaron diezmadas mientras que otras, como los hospitales, tenían que quedar abiertos y aun otras, como los supermercados, vieron un auge en las ganancias y las contrataciones a causa de la demanda elevada. La existencia de industrias abiertas y prósperas estimularon a los gobernadores a insistir en que los centros y programas de cuidado infantil quedaran abiertos, al menos parcialmente, para que el personal de las industrias esenciales pudiera ir a trabajar. La crisis actual de salud pública ha hecho resaltar la naturaleza esencial del cuidado infantil para mantener el trabajo de al menos una porción de nuestro país durante una epidemia; y mantener el trabajo del resto del país en el contexto de la recuperación. Es crucial que las compañías y las industrias reconozcan la contribución que hace el cuidado infantil a su capacidad de atraer y retener una fuerza laboral muy hábil, suministrar un bien o servicio valioso y devolver ganancias a sus inversores y accionistas. Este reconocimiento debe tomar la forma de un compromiso fuerte con el cuidado infantil patrocinado por empleadores, lo que puede acompañar una inversión pública cuantiosa en el cuidado infantil como un bien público y ser incentivado aún más por los estados a través de las estructuras impositivas favorables.
La situación actual de COVID-19 está arrojando luz sobre las desigualdades en Estados Unidos. Las personas que se considera más esenciales, con frecuencia son las menos valoradas y compensadas y tienen el acceso más limitado a apoyos básicos como el cuidado infantil, la atención médica y la seguridad alimentaria. Está dentro de nuestro alcance remediar estas inequidades. No podemos volver atrás, así que utilicemos la presente crisis para escribir un capítulo nuevo, que está cimentado en lo mejor de lo que sabemos sobre cómo los niños pequeños prosperan y aprenden, cuánto necesitan las familias el cuidado infantil estable para que vayan al trabajo, y cómo hay que valorar a los educadores de niños pequeños—no con meros elogios, sino con una compensación y prestaciones comparables a su estatus esencial.
Rhian Evans Allvin is the chief executive officer of NAEYC. She is responsible for guiding the strategic direction of the organization as well as overseeing daily operations. Before joining NAEYC, Evans Allvin was a guiding force in Arizona’s early childhood movement for more than 15 years, including serving as CEO of Arizona's First Things First.