Formar conexiones. Mi recorrido en NAEYC: Con el corazón puesto en la educación de la primera infancia
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Como educadores de la primera infancia y miembros de NAEYC, esta es una pregunta que nos hacen con frecuencia. Los demás se interesan en cómo NAEYC se convirtió en parte de nuestras vidas: ¿Cómo se relaciona con nuestro recorrido la organización de afiliados de educación de la primera infancia más grande del mundo ? ¿Cuándo escuchamos por primera vez acerca de la misión, la comunidad, los programas, la divulgación, los estándares y los contenidos de NAEYC?
En mi rol de nueva directora ejecutiva de NAEYC, una de mis prioridades fundamentales será comprometerme a fondo con estas preguntas. No veo la hora de visitar los programas de todo el país para conectarme con los educadores y educadoras y poder conocer sus recorridos. Es mi intención usar mi plataforma para divulgar sus historias, sus fortalezas y sus necesidades.
Y porque estas son preguntas con las que me siento muy comprometida, ¡es justo que conozcan mis respuestas! Como estudiante de licenciatura, sabía que mi pasión era hacer algo significativo por los niños pequeños. Soy la hija mayor de padres inmigrantes coreanos, y los vi y apoyé en su esfuerzo por afrontar las dificultades de sus trabajos mientras intentaban brindarles salud y educación a sus hijos; todo esto sin tener una sólida comprensión del idioma y la cultura de su país de adopción. Fueron los primeros de ambos lados de sus familias en venir a los Estados Unidos; y cada uno tuvo que aprender cómo mantener a su familia, sus hermanos y sus padres. Todavía me maravilla su valentía: mi padre llegó a los Estados Unidos con una valija y $200, y mi madre emigró tras graduarse de la escuela de enfermería para que su familia tuviera oportunidades.
Después de unos años, mis padres hicieron lo que hacen muchos padres de niños pequeños: trajeron a mis abuelos a vivir con nosotros por un tiempo; nos inscribieron a mis hermanos y a mí en una escuela preescolar religiosa; y decidieron trabajar en horarios distintos para cubrir la eventual incompatibilidad del cuidado infantil y el trabajo.
Tengo el lejano y nítido recuerdo de mirar televisión con mi abuela 할머니 (“Halmoni”) como método de aprender inglés. El inglés era mi segundo idioma, y tuve la intensa experiencia de lo que se siente no encontrar las palabras para comunicarse. Con los años, me convertí en la traductora de mi familia, tanto en lo lingüístico como en lo cultural. Esto me dio la posibilidad de valorar profundamente, y de manera temprana, los desafíos que presentan los entornos del cuidado infantil, la educación y la cultura.
Como con muchos padres coreanos, a los míos les ilusionaba que mi interés en los niños pequeños se tradujera en una profesión médica: la pediatría parecía cercana a mis intereses y se ajustaba a lo que ellos esperaban para mi futuro. Sin embargo, mis intereses me alejaron de la medicina y me acercaron a la sociología, la educación, las políticas y la empresa. Una práctica de pregrado con un juez de un tribunal de menores, mis estudios de políticas educativas como estudiante de grado en la Universidad de Virginia, y mi investigación sobre empleadores y apoyos para la familia y el trabajo en la escuela de negocios de la Universidad de Oxford alimentaron mi afán por promover la inversión en la educación de la primera infancia. Cada uno de los estudios que he leído confirman que los primeros años del desarrollo del cerebro son los más importantes; por eso, la primera infancia es el período más crítico para garantizar que los niños pequeños reciban atención.
Empecé en el campo de la educación de la primera infancia en Bright Horizons. Allí, me dediqué a convencer a los empleadores que es un buen negocio invertir en programas de educación infantil de calidad para las familias de sus trabajadores. Así es como conocí NAEYC, sus estándares de aprendizaje de la primera infancia y su programa de acreditación. Cuando los empleadores patrocinaban el cuidado infantil en programas acreditados por NAEYC, las familias sabían que sus hijos asistían a un programa de calidad. También sabían que sus empleadores tenían un compromiso con la calidad.
Ingresé en NAEYC en 2019 como su primera directora de estrategias e innovación. Si bien mi misión iba a ser aumentar los programas y la repercusión de la asociación, la pandemia de COVID-19 nos hizo dar un giro. Casi de inmediato empecé a trabajar en mantener a los actores del campo de la educación de la primera infancia conectados entre ellos, y a usar la crisis para educar mejor a las familias, los legisladores y los empleadores acerca de cómo podían brindar un mejor apoyo y aportar los recursos para los educadores de la primera infancia.
No veo la hora de visitar los programas de todo el país para conectarme con los educadores y educadoras y poder conocer sus recorridos. Es mi intención usar mi plataforma para divulgar sus historias, sus fortalezas y sus necesidades.
Como madre trabajadora, disfruté de tener un servicio de cuidado infantil patrocinado por mi empleador y el beneficio de contar con guardería en el trabajo. Me encantó poder llevar a mi primer hijo a un entorno seguro de aprendizaje apropiado al desarrollo en un programa acreditado. El director y los educadores y educadoras del centro se convirtieron en parte de la familia, y aprendí algo de ellos todos los días. Maureen, nuestra primera maestra maternal, me enseñó cómo los Cheerios son una forma fantástica para estimular la motricidad fina mientras se disfruta de un cereal. Hala y Patti, las maestras de deambuladores, nos entregaban notas detalladas sobre los proyectos de arte y experiencias sensoriales. Kelly, nuestra maestra de preescolar, nos reveló el placer de aprender mediante el juego. También fue la primera persona que nos hizo ver que nuestro hijo podría ser un tipo de estudiante diferente, lo que finalmente nos llevó a comprender que sus capacidades eran las de una persona que se encuentra en el espectro autista. Cuando sumamos dos hijos más a nuestra familia, supimos cómo apoyar a cada uno de nuestros hijos en su recorrido educativo gracias a los conocimientos, afecto y habilidades de los educadores de la primera infancia que pasaron por nuestras vidas.
Gracias a los educadores de la primera infancia que cuidaron a mis hijos y a las historias que escucho de los profesionales del sector, me veo obligada a comprender las experiencias de estos educadores y a defender sus derechos. En los meses venideros, usaré esta columna para hablar sobre la membresía de NAEYC, el papel que tiene NAEYC en el cambiante panorama de las políticas de educación de la primera infancia y las iniciativas de NAEYC para lograr una fuerza laboral más sustentable y equitativa. Además, detrás de todos estos debates están las historias, sobre todo, sus historias. ¿Cómo conocieron NAEYC, y cómo abordan su labor cotidiana que cambia vidas? Una prioridad fundamental para mí, como directora ejecutiva, será asumir un firme compromiso con sus recorridos y usar mi plataforma para divulgarlos.
No veo la hora de visitar los programas de todo el país para conectarme con ustedes. Si NAEYC va a cumplir con su visión de que “Cada niño y cada niña progrese y aprenda en una sociedad dedicada a garantizar que todos los niños y niñas alcancen su máximo potencial”, debemos ser una organización en la que cada educador y educadora de la primera infancia sienta la pertenencia. Mi deseo es escuchar sus historias y saber cómo llegaron aquí.
Michelle Kang serves as NAEYC’s Chief Executive Officer.