Formar connexiones. Confianza, compromiso y colaboración: La importancia de crear comunidades comprometidas con las familias y los educadores de la primera infancia
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Soy madre de tres niños increíbles, cada uno de ellos con fortalezas y habilidades únicas. En mi recorrido como madre, he descubierto que los docentes de mis hijos han sido fuentes de conocimiento y apoyo, y nunca dejaron de alentarme. Durante los primeros años, y después también, tuvieron un papel central para ayudarnos a conocer a nuestros hijos, colaborando con mi marido y conmigo. Siempre reconocieron y apoyaron el contexto en el que nos desempeñábamos como padres, y gracias a su colaboración durante muchos años, pudimos comprender mejor y responder a cada uno de nuestros hijos.
Tengo que admitir que convertirme en madre por primera vez me preocupaba. Recuerdo todo el tiempo que dediqué a estudiar libros sobre crianza y desarrollo infantil durante mi primer embarazo y a preguntarme cómo íbamos a criar a nuestro hijo sin la ayuda de nuestros padres u otros familiares que vivieran cerca. Sin embargo, no sabía que apenas iniciado mi recorrido como madre, me esperaban educadores de la primera infancia talentosos, afectuosos y con muchos conocimientos.
Cuando recuerdo los años de la primera infancia de mis hijos, hay momentos clave que me llaman la atención. Cuando mi hijo mayor era muy pequeño, nos dimos cuenta de que tenía algunos dones atípicos: sus primeras palabras se convertían en episodios extraordinarios de repetición, y a menudo repetía palabras en momentos en que no tenían sentido en su conversación (ecolalia). Un año después, su maestra de preescolar nos señaló que no quería jugar con otros niños, pero que jugaba felizmente al lado de ellos (juego en paralelo). Como padres primerizos, mi marido y yo no sabíamos lo que significaban ninguna de estas cosas, y hoy seguimos agradeciendo a la maestra de preescolar de nuestro hijo por recomendarnos que pidiéramos una evaluación del desarrollo. Con el tiempo, supimos que tiene autismo y tuvimos la suerte de poder acceder a servicios de intervención temprana a través de nuestras escuelas públicas. Cuando comenzó el jardín de infantes, seguimos encontrando la compasión y los conocimientos de los educadores de la primera infancia, sobre todo, en las aulas de educación especial que conocimos. Siempre estaré agradecida a sus maestros en esos años fundamentales de la primera infancia por haber apoyado sus fortalezas y necesidades de aprendizaje y por habernos ayudado a recorrer este camino.
También me siento afortunada de haber tenido la ventaja de contar con programas de aprendizaje temprano acreditados por NAEYC para mis hijos, programas en los que las familias son reconocidas, bienvenidas e invitadas a participar en el crecimiento educativo de sus hijos. Vemos este compromiso todos los días cuando visitamos programas en todo el país y observamos educadores que reconocen los objetivos de las familias para sus hijos, honran los contextos y las culturas de las familias y comparten sus conocimientos sobre desarrollo infantil. Tal como lo describe uno de los principios de las prácticas apropiadas al desarrollo, las familias están siempre en primer lugar en la mente y las prácticas de los educadores. (Para ver un ejemplo, lea a Shaila Kokil, la educadora elegida como miembro destacado de este número, que cuenta cómo trabaja en conjunto con las familias en Empower Children’s Academy de Niagara Falls, Nueva York).
Todo educador que desea dedicarse a cuidar y educar a los niños pequeños debería poder elegir este camino sin preocupaciones.
Esta dedicación es un rasgo distintivo de nuestra profesión. Los educadores de la primera infancia tienen un profundo compromiso con los niños pequeños y sus familias. Sin embargo, como sociedad demostramos una y otra vez que no respondemos con el mismo nivel de compromiso a los educadores que hacen esto por los niños pequeños y las familias. En nuestro sector, muchos educadores subsisten con salarios ubicados en la línea de pobreza. Como lo indica el índice de la fuerza laboral de la primera infancia 2020, más de la mitad (53 %) de los educadores de la primera infancia necesitan algún tipo de asistencia pública. Según la organización First Five Years Fund, uno de cada tres educadores de la primera infancia vive en situación de inseguridad alimentaria. Esto crea una realidad para los educadores —como el caso de Abby*, que recientemente me contó su historia— que los obliga a dejar un trabajo que los apasiona porque no pueden mantener a sus familias con los salarios que cobran.
Tenemos que cambiar esta realidad y crear una comunidad en la que los educadores reciban el reconocimiento y el apoyo adecuados. Todo educador que desea dedicarse a cuidar y educar a los niños pequeños debería poder elegir este camino sin preocupaciones. Sus cuidados, sus habilidades y su compromiso con los niños pequeños y sus familias nos convocan a impulsar este cambio.
NAEYC considera que su dedicación a los niños y la colaboración con las familias son nuestra mayor fortaleza. Seguiremos elevando la profesión de la educación de la primera infancia. Seguiremos brindándoles nuestro apoyo, abogando por ustedes y, colectivamente, crearemos una comunidad, un espacio en el sientan que pertenecen, y en el que ustedes y su ejercicio profesional como educadores sean reconocidos.
Mientras avanzamos hacia ese futuro, mi familia y yo les agradecemos los cuidados y la dedicación que nos han demostrado durante tantos años. Es mi turno de agradecerles por haber confiado en mí y en NAEYC para demostrar el mismo nivel de cuidado y dedicación hacia ustedes y esta profesión.
* Se cambió el nombre de esta educadora para preservar su identidad.
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Michelle Kang serves as NAEYC’s Chief Executive Officer.