De nuestra presidenta. Motivación para actuar: Dos temas de justicia social por resolver
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Como defensora del campo de la educación de la primera infancia, me movilizan los temas de justicia social y lo que podemos hacer para resolverlos. Creo firmemente que la inequidad en el cuidado infantil es uno de los temas de justicia social que más importancia tienen en mi vida. Esta inequidad adopta muchas formas, en particular, para las comunidades de color: la imposibilidad de que todas las familias tengan acceso a programas de aprendizaje temprano de alta calidad, la imposibilidad de costear dichos programas y los efectos negativos que tiene para los niños y las familias asistir a programas de aprendizaje temprano de menor calidad.
Un artículo de 2020 del Centro de Atención Primaria de la Facultad de Medicina de Harvard subraya la importancia del acceso al cuidado infantil para la economía, ahora y siempre. De hecho, “promueve la estabilidad laboral, la seguridad financiera y la oportunidad de movilidad económica”. Sin embargo, como sociedad hemos pasado por alto el vínculo entre el acceso al cuidado infantil y “conocidos indicadores de bienestar social, familiar, financiero, físico y mental; un error de cálculo que, pasada la pandemia, tendrá consecuencias duraderas y multigeneracionales”.
Creo firmemente que la inequidad en el cuidado infantil es uno de los temas de justicia social que más importancia tienen en mi vida.
Pero los informes, las noticias y nuestras propias experiencias profesionales han demostrado estos hechos una y otra vez. La educación de la primera infancia de calidad aún está fuera del alcance para la mayoría de los niños y las familias, y los educadores de la primera infancia—la columna vertebral para cumplir la promesa de una educación infantil de calidad—siguen sin ser tenidos en cuenta. A pesar de la inversión y de todos nuestros esfuerzos por reforzar el sistema en los últimos 20 años, los educadores de la primera infancia ganan una media de $12 por hora, la mitad de ellos califican para recibir ayuda del gobierno y solo el 15 por ciento cuenta con seguro médico patrocinado por el empleador.
Mientras el mundo se enfrentaba a la mayor pandemia sanitaria en una generación, la fragilidad económica del sector educativo de la primera infancia y el desequilibrio entre su oferta y demanda quedaron muy claros. Con una caída inmediata del 70 por ciento de las inscripciones en los programas de educación infantil cuando comenzó todo, los efectos de la pandemia fueron rápidos y extensos para el bienestar social, económico, físico y mental de muchas personas. Cientos de miles de educadores de la primera infancia perdieron sus puestos de trabajo, los administradores de los centros más pequeños tuvieron que cargar la nómina a sus tarjetas de crédito y las familias intentaron trabajar desde casa y ser cuidadores a tiempo completo. Los que permanecieron abiertos, como los programas Head Start y otros centros financiados con fondos públicos, trataron de recurrir a la enseñanza en línea. Pero, como escribió Rhian Evans Allvin, exdirectora ejecutiva de NAEYC, hace más de dos años, “no existe tal cosa como el preescolar en línea”. Las familias que necesitaban apoyo estaban solas tratando de comprender de qué se trataba todo esto. Mientras aún transitamos la salida de la pandemia, las inequidades de justicia social relacionadas con el cuidado infantil siguen sin resolverse. Hemos perdido muchos proveedores en algunas de las zonas más desatendidas del país: Según datos de Child Care Aware of America, 8,889 centros de cuidado infantil y 6,957 proveedores de cuidado infantil en hogares de familia con licencia cerraron permanentemente durante la pandemia, pero antes de que los fondos del ARP estuvieran disponibles.
Aunque todo esto parece sombrío, al mismo tiempo, nuestra acción colectiva de abogar por los niños y por quienes los cuidan y los educan es más necesaria ahora que nunca. Y nunca he estado más orgullosa de formar parte de este sector y de ser la presidenta de la Junta Directiva de NAEYC. Nuestra defensa colectiva ha sido incesante. Ha concentrado las voces de los educadores de la primera infancia. Pedimos, de manera rotunda, $50 000 millones en fondos de rescate y recuperación, y los conseguimos. Esa inversión estabilizó temporalmente el sector, pero no solucionó la escasez de recursos que siempre ha sido el problema de fondo de la educación de la primera infancia. Aunque el plan Reconstruir Mejor (Build Back Better), tal y como se concibió, no llegó a buen puerto, seguimos teniendo la esperanza de que tanto la financiación de Reconstruir Mejor para el sector del cuidado infantil y la educación preescolar como las modificaciones a las políticas que tanto se necesitan estén presentes en la futura legislación. Seguiremos defendiendo firmemente estas cuestiones.
Lo que hacemos por los niños fuera del entorno educativo es igual de importante que lo que hacemos por los niños dentro del entorno educativo.
Nuestra trabajo de defensa del sector llama la atención sobre la necesidad de una atención y educación inicial accesible, asequible y de alta calidad, sobre todo, para las familias de color. Para el aprendizaje y el desarrollo de los niños pequeños es igual de importante lo que ocurre en estos entornos. Los entornos que apoyan a todos y cada uno de los estudiantes y que ofrecen amplias oportunidades para el desarrollo socioafectivo, el lenguaje y la alfabetización, y la matemática, entre otros, son indicadores de calidad.
La matemática, en particular, es una cuestión de justicia social en sí misma. La Dra. Shanté Stuart McQueen, profesora adjunta de educación en la Universidad Estatal de Portland, subraya los preocupantes vacíos que existen entre los asistentes a los cursos preparatorios de matemática para la universidad: faltan los estudiantes de color. McQueen compartió conmigo que los orígenes de esto se remontan al plan de estudios y las prácticas de la escuela primaria y media, que introducen “una marginalización extrema desde el punto de vista cultural y [carecen] de representación de los estudiantes de color, así como de la mayoría de los demás grupos no dominantes”. Cada estudiante debe ver, oír y experimentar que “las actuales formas de ser de sus comunidades incluyen el pensamiento y la construcción de sentido matemático, y que descienden de pueblos y sociedades que tienen valiosas prácticas matemáticas”. Deben ver, oír y experimentar la matemática de forma que amplíen, en lugar de limitar, las opiniones y creencias sobre el género y los roles de género también.
Por eso, este número de Young Children está repleto de ideas fundadas en la investigación para aplicar a la matemática. En todo este número, los autores destacan la importancia del aprendizaje de la matemática en los primeros años y durante mucho tiempo más. Deben existir amplias oportunidades para desarrollar, como escribe un grupo de autores, “una identidad matemática por medio de la cual todos los alumnos tengan acceso al conocimiento matemático y puedan expresar ese conocimiento de forma empoderadora”.
Lo que hacemos por los niños fuera del entorno educativo, como abogar por los sueldos de los educadores de la primera infancia y el acceso de las familias, es igual de importante que lo que hacemos por los niños dentro del entorno educativo, como representar a todos y cada uno de los niños y familias en nuestras prácticas y planes de estudio. Muchísimos niños y familias y muchísimos educadores de la primera infancia se enfrentan a inequidades significativas y permanentes; esto hace que la enseñanza y el aprendizaje de alta calidad queden fuera de su alcance. Estos son problemas de justicia social que deben ser tratados. Defenderemos y promoveremos la equidad hasta que lo logremos, y sus voces son fundamentales para respaldar estas iniciativas.
Natalie Vega O'Neil is president of the National Association for the Education of Young Children.